La trampa más común en la que caemos tod@s durante la creación o simplemente al colorear mandalas es la búsqueda de reconocimiento. Esta ansia de hacer “algo bonito” para que los demás lo reconozcan está muchas de las veces camuflada en el trabajo con mandalas. Se filtra sutilmente, sin darnos cuenta y logra al final ser protagonista principal de la creación de nuestros mandalas.

 

Caemos así en la trampa de ese tema básico que la mayoría de las personas lo tenemos, la necesidad de ser reconocid@s, valorad@s y amad@s. No se puede calificarla de mala ni buena sino más bien se trata de darnos cuenta y dar la bienvenida a esa parte, acogiéndola y abrazándola. Son necesidades básicas que no han sido satisfechas desde que nacemos y por eso durante nuestro caminar en la vida estamos esperando siempre poder sentirnos reconocid@s y valorad@s por los demás.

 

Estas necesidades están en su pleno derecho de existir pero también requieren de nuestra consciencia. Darnos cuenta de esto y procesarlo a través del trabajo con mandalas precisamente es lo más adecuado. La creación de mandalas ayuda mucho para la autoestima y aprender a valorarnos tal como somos, valorar nuestras creaciones tal como son, eso es un paso importantísimo dentro de este trabajo y hay que estar conscientes de esto sino, volvemos a caer en la trampa una y otra vez.

 

A veces el mundo externo se mueve así, valorando lo que es “lindo”, “simétrico”, “armonioso”, de acuerdo a ciertos márgenes y criterios, pero no tiene la capacidad de ir más allá y ver la perfección en las cosas tal y como son. Nos vemos afectados cuando la gente que vé nuestros mandalas no demuestran entusiasmo o admiración con nuestros mandalas porque estamos esperando que nos aprueben. Somos todavía niños y niñas que vivimos en desamparo y que necesitamos que nos digan que somos valiosos. Tratando siempre de seguir “modelos” para pertenecer, pero ya suficientes modelos hemos seguido en nuestras vidas, suficiente hemos copiado, suficiente nos hemos alienado.

 

La clave es no esperar del mundo externo, la clave es aprender a amarse a uno mismo, a valorarse a uno mismo tal y como es, así los comentarios de afuera no te sacan de tu centro, no tienen poder, digan lo que digan. Aprender a reconocer el valor de la diversidad, de la individualidad y de la propia creatividad. Esto es un proceso que se vá dando poco a poco y con consciencia en el trabajo con mandalas.

 

No puede haber status ni jerarquías en este camino. Personalmente pienso que todo lo que implique someterse a un puesto superior o inferior, seguir estructuras conceptuales y dogmas, ya no tiene sentido en un mundo nuevo donde se requiere que todos aprendamos a ser maestros de nosotros mismos.

 

De ahí, como lo he mencionado varias veces en este blog, lo valioso que es esta herramienta por ser liberadora, es decir porque una vez que se entra en este mundo a través de la propia experiencia y en un principio con acompañamiento, se puede aplicar en lo personal para sanar sin depender de nadie.

 

Resulta que estamos tan dependientes de lo que digan los demás y que hasta las herramientas de crecimiento personal terminan en lo mismo, siendo utilizadas para el reconocimiento de los demás. Por supuesto en todo este ámbito entra la competencia,  que si este mandala no es tan bonito como el mío, que si los diseños no están tan bien realizados, que si los míos tienen esta ventaja, etc etc. Entramos así en una competencia feroz de mandalas…..como todo lo espiritual que entra dentro del mundo del consumo.

 

Lo viejo se cola por donde puede, viejos conceptos, viejos temas pendientes propios, viejas tendencias, etc, etc. A mí me ha pasado varias veces y es medio shockeante cuando uno se dá cuenta cuál fue la motivación para hacer el mandala, o qué estaba esperando cuando enseñaba mis mandalas. Lo bueno aunque tarde, es darse cuenta, saber de dónde proviene, acogerlo y volver a tomar el verdadero rumbo del trabajo con mandalas.

 

Reflexionando con este tema pienso que también el hecho de que hay personas que solo pintan mandalas con plantillas hechas por otros se deba a que así se mantienen en su zona de confort, el diseño es perfecto por lo tanto a la mayoría le gustará, ya en los colores puede darse ligeras diferencias pero ya no es arriesgarse tanto como para sentirse no valorad@ y reconocid@ y por ende frustrad@ y decepcionad@. Es decir entra el discurso inconsciente: “yo no me arriesgo a crear mi propio mandala porque no me quiero a mí misma y no me acepto como soy y porque tengo miedo que los demás no valoren lo que hago”. Todo un tema…….que es necesario asumirlo con consciencia y amor.

 

A mí me ha pasado y pienso que a otros mandaler@s también, una cosa es recibir de retroalimentación un “Ay que lindo” y otra cosa es recibir: “los colores de este mandala me hacen sentir alegre” o ” este mandala me deja en silencio” o ” para mí esa forma es un delfín que nada en el mandala” etc, etc. Uno siente la conexión de la otra persona con el mandala con comentarios auténticos, los otros son sólo protocolo para mí, no hay aporte enriquecedor, no suman, ahí no hay conexión de Ser a Ser.

 

En todo caso, quiero aclarar que es importante siempre, siempre ser lo más conscientes posibles mientras creamos mandalas. Porque en este trabajo si uno está atent@, nos puede aportar mucho aprendizaje. Y mientras más aprendemos de nuestros mandalas, más nos conocemos a nosotros mismos. Este sería el ideal, pero claro cada persona está en su propio camino y en su propia manera de ver la vida y con sus propios valores y eso lo respeto.  Pero si con mis artículos y mis experiencias compartidas en este blog, logro que alguien pueda mover su energía, preguntarse, reflexionar, darse cuenta y empezar a crear mandalas con una mirada nueva, ya estamos creando un nuevo camino mandálico más consciente que traerá indudablemente mejores frutos a nivel personal y por supuesto a nivel colectivo.

 

Escrito por: Susana Guerini

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