¿Por qué muchos de nosotros nos enamoramos de la fantasía de las prácticas espirituales,
la curación energética y esas cosas de hadas y seres de luz?

 

Porque ese encuentro espiritual nos reconforta, nos dá esperanza y nos permite sentirnos pertenecientes a un grupo y eso es acogedor. Todo esta burbuja nos hace fácilmente olvidar nuestros problemas, confiar en que estamos bien y que no necesitamos de un trabajo profundo de sanación. Logra también, como fue en mi caso, que nos disociemos fácilmente del cuerpo, que nos refugiemos en el poder del grupo y de un “maestro”.

Esa espiritualidad también reemplaza la figura del padre y la madre que no tuvimos cuando éramos niños, nos hace pertenecer a una tribu, nos sentimos protegidas dentro de ella, podemos ser como realmente somos, oímos lo que siempre anhelamos escuchar y todo se envuelve en un algodón de azúcar amortiguando y tapando todos los traumas que llevamos dentro. Vestimos de blanco, usamos un lenguaje espiritual, damos consejos espirituales, vivimos flotando en un mundo fuera de nuestros cuerpos, de nuestros dolores, de nuestros temas pendientes por sanar.

Al entrar en el mundo espiritual me ví envuelta en este mundo pero cargadita de traumas que esta espiritualidad no permitía ni tocarlos. Nunca se habló de los traumas de la infancia, ni siquiera se nombraba la palabra “trauma”, no se tocaban temas “negativos“, lo negativo era la presencia de entidades oscuras que se nos metían en el cuerpo cada tanto y que claro sólo el “maestro” podía sacarlas en sesiones cobradas.

La mayoría, si no todas, de las personas de las comunidades espirituales tienen antecedentes de traumas y muchos no son conscientes de ello. Muchos “maestros“ abusados en su infancia y que no lo han trabajado, abusan de sus alumnas con el poder que les dá el ser los maestros. Así se convierte en un campo perfecto y “sútil” para la retraumatización de las personas que acuden a éstas prácticas.

Ocurren muchas cosas chuecas en estos mundos espirituales cuando no se trabaja profundamente y se quedan en la superficie esponjosa espiritual.

Y es que las prácticas espirituales y la sanación energética no curan el trauma.

Podemos estar años hablando y predicando que somos seres de luz, que todos somos uno, que somos energía, que ya podemos pararnos de cabeza o que canalizamos mensajes del más allá y tantas cosas más que también se convierten en moda y estatus. Pero a la final, seguimos excluyendo lo que no nos atrevemos a sentir y sanar. Tarde o temprano ese mundo “espiritual” no podrá sostenerse más porque en realidad tiene un efecto cenicienta como digo yo y tendremos que afrontar el trabajo profundo de nuestras vivencias traumáticas.

Las prácticas espirituales son generalmente un bypass para que las personas huyan de sus sentimientos y de sus inseguridades para afrontar sus temas. Comunmente escuchamos:

“Todo sucede por una razón.”

“Tú creas tu propia felicidad”.

“Fue lo mejor”.

“Fue una bendición disfrazada”.

“Atraes lo que quieres”

El bypass espiritual actúa como una forma de mecanismo de defensa. Nos protege de cosas que parecen demasiado dolorosas para tratar, pero esta protección tiene un costo. Ignorar o evitar el problema puede empeorar el estrés a largo plazo y hacer que el problema sea más difícil de resolver más adelante.

Otra cosa que ofrece la espiritualidad es comunidad y conexión.  Estamos desesperados por la conexión, la familia, la corregulación. A menudo estamos desprovistos de amor, así que si estas personas “despiertas” nos lo ofrecen resulta sumamente tentador porque proporciona un sentido de pertenencia.

Cuando nos recuperamos de un trauma, necesitamos encontrar pertenencia. Pero la pertenencia debe venir de personas que estén abiertas a comprender las capas de nuestras experiencias abrumadoras, no de personas que se estén bajo una fachada espiritual.

Tuvo que pasar mucho tiempo y mucho camino para llegar a terapias que se ocupaban de topar el trauma, mayormente terapias somáticas que me permitieron ahondar y sanar mis traumas. Todo la nube espiritual se vino al suelo cuando llegué a mi cuerpo, cuando la curación e integración ocurrió en mi cuerpo físico, en mi sistema nervioso, en el aquí y ahora.

Para sanar e integrar el trauma es imperativo que lo mires directo a la cara. No necesariamente con psicoterapia porque el trauma no ocurre en el cerebro superior, la parte del cerebro que se dedica a la psicoterapia. El trauma ocurre en el sistema límbico,en el tallo cerebral, por eso es tan importante un enfoque ascendente, de abajo (desde el cuerpo) hacia arriba (hacia el cortex cerebral)  como el que se usa en la arteterapia con el dibujo bilateral. 

El cuerpo necesita estar incluido. Tener sentido con la mente es parte de ello, pero para que el trabajo del trauma tenga éxito, debe integrarse con el cuerpo.

Muchos clientes me dicen que han realizado mucho trabajo de trauma con shamanes, con meditación, con reiki, con yoga, etc, etc pero cuando trabajo con ellos, es obvia la desregulación de su sistema nervioso, la resistencia o incapacidad para nombrar lo que sienten y sentirlo y es que hay un cuerpo que grita para ser escuchado. 

Puedes ser la persona espiritual más evolucionada del planeta, llevar atuendo espiritual y aún tendrás que lidiar con el trauma en tu cuerpo. Este trauma moldeará cómo actúas y reaccionas todos los días de tu vida, independientemente de la conciencia que tengas de tus problemas. 

Es por eso que busqué tanto un abordaje arteterapeútico ascendente que incluyera el cuerpo en el proceso y ahora que lo tengo con el “dibujo bilateral“ o “dibujo guiado” se ha convertido en un eje fundamental para ayudar a otros a sanar sus traumas. Me hubiera gustado mucho que hace 20 años estos maestros espirituales que tuve hubieran podido ayudarme más a mí y a mis compañeras y que se pusiera el nombre correcto a lo que habíamos vivido en la infancia sin andar en tanta espiritualidad rosa y positivismo falso.

Susana Guerini

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