Estuve el mes pasado participando en el retiro con Pema Chodron “Viviendo con propósito y muriendo sin miedo”, un retiro sobre la vida y la muerte. Encontrando el suelo fértil en donde podemos entrenarnos para ser más valientes, más sabios y más compasivos. Estuvimos explorando desde la disolusión de nuestro sentido del “yo”, hacia el despliegue milagroso de las energías de los bardos y el caos del renacimiento.

Fueron seis semanas de enseñanzas, prácticas y meditaciones sobre la impermanencia. Ha sido realmente un viaje sagrado a la vida y a la muerte, muchas cosas se han movido en mí obviamente ya que es un tema muy profundo. Entre el miedo a morir, la curiosidad de saber qué pasa luego, la tristeza de las pérdidas y la alegría profunda de conectarme con la verdad en mi corazón. Me sentí privilegiada el haber podido recibir estas enseñanzas.

Dentro de este tiempo sin tiempo vino a mí el impulso de acompañar el proceso también con mandalas.

Así empezó a salir mi mandala con estos diseños dentro de los espacios coloreados o sin colorear, sin proponerlo había una necesidad en mí de hacer estos patrones que no sé si tienen nombre. No es un zentangle porque no son patrones diferentes.

Cuando los miré me llamaron la atención y me pregunté ¿cómo son para mí esas formas?. Mi respuesta fue que eran como vidrio de catedral, como un vidrio que está a punto de romperse también. Es impermanente… justamente lo que estaba trabajando, la impermanencia, así se sentía. Pero no una impermanencia oscura, trágica o miedosa. Está llena de color como si de ahí salieran luego más colores y más formas en un continuo ciclo. Era una nueva forma de relacionarme con la impermanencia, era empezar a ver y sentir la bondad en ella. Descubrir también que la impermanencia es la esencia de todo, está ocurriendo ahora mismo en nuestros cuerpos, en el ambiente, en nuestras relaciones personales, en cada aspecto de nuestra vida a pesar de que no seamos conscientes de que esto esté ocurriendo. Ante esto tenemos dos opciones o podemos relajarnos conscientemente o resistirnos y contraernos.

“La impermanencia es un principio de armonía. Cuando no luchamos con ella, estamos en armonía con la realidad.” Pema Chodron

Al conectarme con mi mandala también me trajo recuerdos dolorosos, sobretodo cuando estaba con los tonos rojizos. Capas de dolor de diferentes tiempos, de diferentes vidas, como si cada capa tuviera su propia vida. ¿Cuántas vidas vivimos en esta vida? Muchísimas y cada una trae innumerables oportunidades para trabajar con la pérdida y las transiciones como vehículos para abrir nuestra mente y nuestros corazones.

Este mandala tiene mucho movimiento, se despliega una y otra vez por los lados y con diferentes formas. Me dá la sensación de realidades alternas que hay en la vida y que uno cree que sólo la de uno es la verdadera. Las diferentes percepciones que hay, sin que sea una buena y otra mala. En ese vidrio de catedral puedo observar este sin número de realidades en movimiento y dejo de ver mi única percepción.

Me caigo, me levanto, me expando y me contraigo en un movimiento biodinámico impermanente y eterno.

Entrenarse para vivir con plenitud y tener una buena muerte me ha enseñado que todo lo que haga hoy y cómo viva hoy dependerá mi muerte. No me llevaré nada sólo el estado de mi mente. Toda la práctica de meditación y atención plena que haga para aquietar la mente y conectarme con la consciencia amorosa me ayudará a estar más consciente cada día y cuando llegue el momento de partir.

Sigo conservando ciertas prácticas en mi día a día, trato de no perder ese contacto sagrado con la impermanencia. Trato de emerger en ese torrente cada vez que me permito. Me doy pausas, respiro con consciencia, medito y estoy consciente que nada es eterno que todos moriremos y mientras estamos juntos y vivos podemos por lo menos ser amables unos con otros y no hacernos daño.

Si podemos llegar a usar esta temporal y preciosa vida para despertar y sanar podremos partir hacia nuestra próxima vida con más sabiduría y consciencia y con menos confusión que cuando llegamos a ésta y no sólo por nosotros sino por la humanidad entera.

Cuando las apariencias de esta vida se disuelvan, que yo pueda con gran facilidad y gran felicidad, dejar ir todos los apegos a esta vida, como una niña que finalmente regresa a su hogar.

Susana Guerini

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